España sumó su segunda victoria en su camino hacia el Mundial, esta vez ante el monstruo Doncic y su Eslovenia. La selección tardó en cogerle el punto al partido, sobre todo por la fricción que desprendía el duelo, pero gracias a la defensa, a sus nuevas incorporaciones, Juan Núñez y Santi Aldama, y su acierto en el triple, acabaron por aplastar a los balcánicos.
Ovación descomunal para Luka Doncic en el Martín Carpena. El recinto malagueño le daba amor a la maravilla eslovena en cada bote, tiro o gesto de su calentamiento, admiración que pronto se convirtió en desesperación tras las primeras posesiones. El base escribía a su antojo el guion del partido, una deidad cruel e inalcanzable que creaba o destruía sin piedad. A España le costaba horrores atacar cuando los cinco eslovenos estaban colocados en su cancha y los balcánicos, guiados por su estrella, fluían como la seda. A la selección la comenzó a levantar el joven Juan Núñez, que no paraba quieto. Defensa pegajosa, protesta al árbitro y canasta al contraataque tras un robo. Revolución enfriada por una lesión de Garuba, que tuvo que abandonar el parquet apoyado en un compañero y un rival.
De amistoso el partido tenía poco, porque las caídas, los mamporros y las malas caras eran cada vez más constantes. La lista de bajas colaterales la amplió Doncic, que en el ecuador del segundo cuarto tuvo que abandonar el partido cojeando y acompañado de los médicos, aunque volvería unos minutos después. Al seleccionador esloveno le cayó una técnica en un tiempo muerto (Rudy tuvo que intermediar entre él y el árbitro) y Brizuela tuvo que acercarse al banquillo visitante para calmar a Prepelic, que se quejaba de la dureza empleada por España. Aprovechó la selección para acercarse en el marcador y, tras dos intentos fallidos, Rudy dio la primera ventaja local del partido con un gran triple.
Tras la reanudación, España se refugió en la defensa, santo y seña del enésimo ciclo glorioso baloncesto nacional, y consiguió mantener una ligera ventaja en el marcador. La fricción volvió a asomar cuando Dimec le propinó a Aldama lo que pareció un golpe en la entrepierna. El canario yacía en el suelo mientras el Carpena abandonaba el tono festivo para acribillar a silbidos al banquillo esloveno. Se calentó el ala pívot de los Grizzlies y, de la mano de Núñez, inspiradísimo en la dirección pese a sus 19 años, permitió a España mantener su liderazgo en el electrónico.
Willy comenzó a hacerse gigante en la zona tras un partido algo aletargado mientras que Eslovenia se desangraba lentamente con Doncic viendo la debacle desde el banquillo. Cinco puntos consecutivos de Abrines y un tapón de Aldama, que juega con ese punto de mala leche de los más grandes, pusieron de rodillas a los balcánicos. Solo un triple de Prepelic sobre la bocina impidió que la ventaja fuese casi irreversible.
Festival final
Lo hacía fácil la selección, las tornas habían cambiado. El movimiento de balón era óptimo, la defensa visitante no llegaba y los tiros españoles, liberados. Los árbitros o no querían ver o erraban en unas cuantas decisiones, fallos que no impidieron que Abrines metiese la canasta de la noche con un tiro mientras se caía tras una clara falta de la defensa eslovena. El trabado partido, en solo unos segundos, se convirtió en un festival en clave local, los del Este de Europa parecían haber bajado los brazos pese a su legendario ímpetu competitivo. Las ya icónicas jugadas defensivas de Alberto Díaz hacían las delicias de Málaga, una ciudad que tiene la suerte de disfrutar de su juego cada dos fines de semana. Doncic no volvió a salir a la cancha y España, liderada por la sangre joven, cerró una victoria de categoría.