Mientras las protestas agrícolas que se extienden por toda Europa llegan a Bruselas, la Comisión Europea ha lanzado este diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura en la UE. Expertos y representantes de todos los sectores implicados debatirán, en los próximos meses, cómo conciliar las demandas y necesidades futuras del sector, que pretenden mejorar su existencia, con la política de mejora de la competitividad de la UE y de lucha contra el cambio climático.
A pesar de los diferentes motivos de las protestas en cada país, esta política se ha convertido en el principal chivo expiatorio de los manifestantes y, también, en un arma poderosa para la extrema derecha, que pretende capitalizar este descontento tan caro a las elecciones europeas de junio. Ya que este diálogo, que debe presentar los resultados con verdad, aunque sea bienvenido, lleva mucho tiempo. Así se quejó esta semana, entre otros, el ministro español de Agricultura, Luis Planas.
Un día después de la primera manifestación del año de agricultores y ganaderos, sobre todo franceses, ante el Parlamento Europeo, la próxima semana, los belgas de la región francófona de Valonia también han anunciado acciones en todo el país y es probable que será la llegada de los tractores a Bruselas—, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reconoció que este debate, que propuso durante su discurso sobre el Estado de la Unión en septiembre, constituye una clave para la respuesta a la crisis «Creciente polarización» en el regreso al sector.
“Todos sentimos que hay una creciente división y polarización cuando se trata de cuestiones relacionadas con la agricultura. Creo que sólo nosotros podremos superar esta polarización actual a través del diálogo”, afirmó el político conservador alemán, que hoy no reveló si busca la reelección al frente del ejecutivo europeo. Como jefa de la Comisión, Von der Leyen es en última instancia responsable de las ambiciosas políticas medioambientales lanzadas durante los últimos cinco años por su gabinete. Al mismo tiempo, su familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), ha sido destacada el año pasado por sus intentos de luchar contra algunas de las iniciativas legislativas verdes de Europa ante el creciente descontento en el sector. Además, se ha erigido en un autoproclamado defensor del campo, un extremo que también es juzgado por los partidos más ultras y euroescépticos del hemiciclo europeo.
Consciente del difícil equilibrio, Von der Leyen no duda de que los agricultores, que «operan en un mercado global muy competitivo», son «la parte más vulnerable de la cadencia de valor». Y en alusión indirecta a la ola de protestas, afirmó que se trata de una «remuneración justa». Aunque definió el Pacto Verde Europeo como «existencial», también se hizo eco de las críticas que gobiernos liberales como el francés o el belga lanzaron hace unos meses, preocupados por el descontento agrícola, y mencionó la «sobrerregulación» europea, ya que llegar a mencionar el petición de algunos grupos políticos de pulsar el botón de pausa legislativa.
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“Que el sector agroalimentario europeo necesita una perspectiva amplia para afrontar todos los desafíos, un camino de avance predecible”, subrayó. Algo que, según el cometido de la Comisión, debería prever esta mesa de diálogo compuesta por un trío de representantes de organizaciones agroalimentarias, pero también miembros de la vestíbulo de organizaciones alimentarias y de la sociedad civil. Está presidida por el inglés Peter Strohschneider, que en 2020 fue nombrado presidente de la comisión del Gobierno alemán para el futuro de la agricultura.
En su primer discurso, Strohschneider no ocultó que la tarea propuesta es difícil. Uno de los grandes momentos, reconoció, será reconocer que las políticas sectoriales y ecológicas encuentran una manera de converger para evitar que «lo que se ve como un resultado medioambiental se conciba como una derrota agrícola, y viceversa». Se ha resuelto que el objetivo de la iniciativa no es “reinventar” la política existente. Aunque la agenda del grupo aún no está definida ni se han fijado las líneas de trabajo, Bruselas espera que este diálogo estratégico, al tiempo que explora las “perspectivas, ambiciones, preocupaciones y soluciones” de todos los miembros de la cadena de valor agroalimentaria, nos permita entrar en «puntos comunes» para delinear el futuro del sector.
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