Una alfombra roja para Kuss por Guadarrama

Después de todo el sainete, los medio enfados y las bocas torcidas, vinieron los abrazos, las sonrisas y las palmaditas en la espalda. La escenificación del traspaso de poderes llegó en la última recta de la meta de Guadarrama. Fue una alfombra roja para el líder. Mientras los tres ciclistas españoles se peleaban por ver quien iba a ser el cuarto de la general (ni Landa ni Mas pudieron desbancar a Ayuso), los tres corredores del Jumbo se pararon para entrar juntos y celebrar su dominio casi insultante en la Vuelta, para pregonar que Sepp Kuss será el vencedor este domingo en Madrid y que Vingegaard y Roglic serán los que le escolten en la fiesta, como le flanquearon en la meta de la penúltima etapa. Adelantaron el podio 24 horas. Esa es superioridad.

Los jefes veneraron y honraron a Kuss, en el centro, de rojo. Ahora sí. Quizás fue impostado, a regañadientes, o totalmente sincero, de corazón. Le señalaron, la pasaron la mano por el hombro. El ganador del Tour, a la derecha, el que se apuntará la Vuelta en el centro, el vencedor del Giro a la izquierda. Una foto para la historia. Pues el Jumbo ha copado las tres grandes en el 2023 igual que acapararán las tres plazas de los cajones en Madrid. Monopolio amarillo.

“Casi, casi he ganado la Vuelta”, dice, con timidez, casi ruborizado el estadounidense, de 29 años. “Estoy reventado después de la etapa pero muy feliz. Después de tanto trabajo del equipo durante todos los días, muy contento”, reconoce Kuss.

En la meta le rodean enseguida los fotógrafos cuando su mujer, Noemí, catalana, le besa. Después aparecen sus padres, que han volado desde Colorado, para estar con él en su gran día. Señal que él sabía que el Jumbo le había elegido, que no habría ningún susto. Y hasta Bimba, su perrita. Nada falla en el plan.

Aunque en el ciclismo no hay nada seguro. Nada se puede dar por sentado. Igual que el escalador, gregario de lujo, vio peligrar en L’Angliru el maillot rojo por la presión de sus compañeros (textual, ver para creer), a Remco Evenepoel (Soudal), que se escapó por quinto día en las últimas siete etapas, le fue imposible rematar y sumar su cuarto triunfo.

Eran 31 ciclistas en la escapada pero todo pivota alrededor de uno. Todos miran al mismo. Es lo que tiene ser el número 1 y el favorito, quizás el único. Evenepoel era el peor enemigo en una etapa con 10 puertos, todos de tercera, en un recorrido rompepiernas, propio de una clásica. El perfil le iba y las fuerzas le acompañaban. En forma y en racha, el campeón belga no podía pedir más. Incluso llevaba a tres compañeros de equipo para trabajar durante los 207 km. Sin embargo, en la última rotonda, en la última curva, se le adelanta el neerlandés Poels, un veterano fondista de los que van mejorando a medida que pasan las semanas, otro gregario, en el Sky y el Bahréin, que tiene sus días de gloria ya que también ganó en el Tour.