Padres que corren, por Neus Navarro

Padres que corren, por Neus Navarro

Vio a un ‘padre’ esta mañana y lo dejó correr”. ‘Un padre’. Voy a correr. Como sabemos, quienes rechazamos esta categorización que nos invita a formar paternidad/maternidad, asignamos el mismo apelativo a nuestros iguales. ¿No es este ‘padre’ un caballero que eligió libremente correr en su tiempo libre? ¿Qué sabemos de su vida, sea padre o hijo o no, es nada? Lo recordamos, como ‘un padre’, porque corre en la manzana que rodea la escuela, entre el 9 y el 10 de la mañana, o en ocasiones, entre el 9 y el 10 de la noche, con el querido derrotado.

También sabemos que esta compañera de piscina es ‘madre’ porque llega a clase con más de 7 años y con un aura de culpa. “No me dejes subir”, le dice a un lado, quitándose los cascos y sin saber nada al respecto. Sí, hablar sola y en voz alta es muy ‘madres’. Lo corroboro.


Uno de los carteles que animan la «carrera» en el antiguo fondo del río València.

PE

Buscando información para comparar lo que compartimos amigos, amigas y conocidas en los platos del parque y en el bar, me encontré con las conclusiones del estudio “La influencia de la vergüenza y la paternidad en la actividad física realizada por los padres” que revela que Hemos conocido a 34 padres y 45 madres que tuvieron un hijo único en los últimos tres años, observaron «cambios sustanciales» en los hábitos deportivos: disminución de la actividad física realizada, produciéndose además un abandono de la práctica en un 66,1%, viendo estos efectos “más acusados” en el caso de la mujer. ¿Donde estará? ¿Se ponen al día con su madre yendo al gimnasio o corriendo hasta las seis de la mañana? ¿Parece que tu padre te perdonará una hora de sueño para disfrutar del trotar antes de que salga el sol? ¿Qué pasó?

Somos otra generación. Los de querer lo hacen todo. No sólo somos nosotros los que nos hemos escapado del Interrail o del Erasmus, como se encontró Jordi Évole en la promoción de su programa dominical dedicado al Imserso, sino también los que hemos «trabajado sin descanso» desde los 14 años, como repetimos en ocasiones nuestros padres. Cambiamos de color, vivimos felices en democracia, vamos a la universidad, nos graduamos en una crisis (el financiero), crecemos regalando a los ‘hermanos verdes’ y cuando lo mantenemos todo para brillar, entramos en otra recesión. ese será también nuestro encierro y nuestro uso, literalmente, del revés. Para entonces nos olvidamos del deporte como válvula de escape y bajar a la calle para hacer ejercicio era la excusa para respirar.

¿Qué pasó? Somos otra generación. El de querer hacerlo todo

Me temo que muchos de los que corren, de los que corren o entrenan, lo hacen más para aliviarse de sus asfixias mundanas que para soportar el trasero o los bíceps, ambos. Esta relación por una que nadie, ni padres, ni madres, ni abuelas, ni abuelos, nos había explicado antes que todos merecemos. Seguramente nunca lo permitirán.

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