«¿El límite? El límite es muy alto. Espero seguir saltando más, pero por ahora solo quiero disfrutar este momento». Es Armand Duplantis, muy sonriente el pasado domingo apenas unos minutos después de elevarse majestuoso un centímetro más cerca del cielo. Acaba de sobrepasar una altura de 6,23 metros, superando su propio récord del mundo de salto con pértiga, y ya le están pidiendo más. Así de grande es su leyenda. Al sueco, 23 años, un atleta único en su especie, solo le sale pedir paciencia. Lo que hace parece fácil, pero no lo es en absoluto. Este 6,23 lo llevaba persiguiendo todo el verano, quince intentos infructuosos.
Duplantis vuelve a elegir un escenario colosal para mejorar su plusmarca universal. Es en Eugene, sede de Nike, del Mundial 2022 y de las finales de la Diamond League. Ahí compite rodeado de casi todas las grandes estrellas del atletismo mundial. Están Jakob Ingebrigtsen -que se marcha del mitin con dos récords de Europa, el de la milla y el de los 3.000 metros-, Noah Lyles, Shericka Jackson, Faith Kipyegon, Yulimar Rojas… Todos asisten con asombro al breve espectáculo del sueco, que únicamente necesita cuatro saltos para convertirse en el rey de reyes.
En un concurso con solo siete atletas, Duplantis salta a la primera sobre 5,62, 5,82 y 6,02. Ahí ya se queda solo, porque el filipino Ernest John Obiena falle sobre esa misma altura. «Este formato es muy bueno para mí», admite después el plusmarquista. «La competición es más corta y puedo llegar fresco a esos últimos saltos».
El estadio ruge cuando ‘Mondo’ pide el listón sobre 6,23. Luego, contiene el aliento y acompaña al sueco mientras este corre por el pasillo de saltos. La ejecución no es perfecta porque sus rodillas rozan el listón hasta hacerlo tambalear, pero sí suficiente. No derriba. Duplantis corre hasta la grada eufórico, donde lo espera su padre. Pero antes de llegar es frenado en seco por sus rivales, que lo cogen en brazos y lo llevan en volandas. El campeón no solo se hace respetar en la pista. También es querido fuera de ella.
«No recuerdo nada del salto, lo digo muy en serio», dice Duplantis cuando le piden que explique su nueva hazaña. «Sucedió hace unos minutos y apenas lo recuerdo -repite-. Solo miré hacia arriba y la barra seguía ahí». Es su séptimo récord del mundo, el segundo al aire libre, ambos rubricados en Eugene. «Salto muy bien aquí. Es una combinación de todo. El estadio tiene historia y un toque moderno. La pista es muy rápida y el público y la energía son fantásticos».
La derrota en Mónaco
Lo inaudito no son solo las marcas, sino que las haya logrado en apenas tres años y medio. Esta última le ha costado especialmente. Los 6,22 los conquistó el pasado mes de febrero, en Clermont-Ferrand, en el cierre de la temporada bajo techo. Desde entonces se ha enfrentado a trece competiciones, y en varias de ellas se marchó con tres nulos sobre esos 6,23 y sensaciones no demasiado buenas. En julio sufrió en Mónaco su única derrota del año, incapaz de saltar más de 5,72.
De Eugene se marcha con el récord y los 30.000 euros de premio para el ganador de la Diamond League. A dos meses de cumplir 24 años luce ya un palmarés prodigioso: campeón olímpico en Tokio, triple campeón mundial y europeo, 26 triunfos parciales y tres finales en la Diamond League… Nadie se atreve a pronosticar cuánto margen le queda, cuántos centímetros más será capaz de superar en el futuro el hombre que destronó a un rey tan rocoso como Sergey Bubka. Hoy el ucraniano parece incluso pequeño al lado de Duplantis, 73 saltos ya por encima de los seis metros y un recorrido inmenso. ¿El límite? El límite solo puede determinarlo él.